Yo soy de acá
- aulagranizal
- 15 may 2017
- 2 Min. de lectura
Yo no vengo de ningún lado, todavía mi vida he crecido por acá.

La historia nuestra aquí comienza cuando mis abuelos –que venían de Sonsón– le regalan la casa a mi mamá, una casita deteriorada en la que con poner un pie en la entrada se caía a pedazos, pero
propia. Mi mamá fue una de las fundadoras de El Pinar, a ella le hicieron la donación de esa casa y don Hernán estuvo ahí, ayudándole a reconstruirla.
Al principio –cuando estaba niña– esto todavía estaba muy despoblado, se veía monte en lugar de casas y esa fue una época de mucha violencia. Todos los días teníamos que ir a Santo Domingo para poder estudiar y en el camino veíamos cosas violentas, bandas criminales e incluso nos hicieron atentados en la escuela, pero la historia comenzó a cambiar con la invasión de Granizal. A medida que crecían las construcciones, crecía también el sentido de comunidad y la calidez en el barrio.

El crecimiento de Granizal nos mejoró un poco la violencia, pero las condiciones en las que vivimos siguen siendo deplorables. Uno creería que siendo una comunidad tan grande, con tantos habitantes se volvería más urgente proveernos al menos las necesidades básicas pero no es así.
Acá seguimos sin tener agua potable, viene con bacterias y a veces incluso con heces… mi niño se enfermó con principios de gastroenteritis, estaba muy mal y llevarlo a urgencias fue casi imposible porque por aquí todo toca a pie, y he ahí el otro problema: las vías y el transporte público.
Nuestro transporte no pasa ni siquiera hasta tarde en la noche y si alguien se enferma nos toca como barrio revolucionar a todas las personas, tocar de casa en casa buscando alguien que tenga un carro o una moto. Me ha tocado ver como bajan al enfermo por esta loma, sentado en
una silla y cargado entre varios porque ni camillas tenemos.
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